La paradoja de la innovación educativa

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El hecho de innovar en educación está marcado por una paradoja clara. Por un lado, se encuentra la voluntad de los docentes y, por otra, las resistencias del propio sistema educativo, lo que convierte en una tarea casi titánica en algunos casos salirse del guión propuesto por leyes y decretos educativos. Entre los centros que logran superar el desafío se encuentran los colegios Padre Piquer y Santa María la Blanca de la Comunidad de Madrid.  Estas dos instituciones concertadas incluyen de forma explícita en su ideario la inclusión y la atención a la diversidad del alumnado y han puesto en marcha diferentes acciones educativas para hacerlas realidad.

En el caso del Colegio Padre Piquer nos encontramos ante una apuesta por el trabajo colaborativo de los alumnos que cristaliza en la realización de pruebas de carácter grupal. Sin duda, se trata de una metodología apta para fomar la responsabilidad y sentido de pertencia de los estudiantes. Con todo, implementar este método entraña algunas dificultades como puede ser el encaje dentro de un sistema que requiere de exámenes individuales para medir el desempeño del alumno.  Sería necesario encontrar un equilibro muy preciso entre la metodología escogida por el centro y las exigencias externas así como realizar una comunicación efectiva a las familias para que participen de la filosofía de trabajo del colegio.

El Colegio Santa María la Blanca propone, a través del Proyecto EBI, una formación individualizada según de las necesidades y características de sus alumnos combinado con proyectos de aula colectivos. Por medio de una metodología flipped classroom, pone a disposición de los alumnos contenido en el espacio virtual del centro para que vayan trabajando de manera autónoma. El profesor adopta un rol de guía y asesor que debe evaluar el progreso del alumno en sesiones de seguimiento. La individualización permite un aprendizaje significativo ya que toma como eje central los intereses y capacidades del alumno pero, de nuevo, impacta contra el muro de un sistema obsesionado por la medición de resultados y con una base prescriptiva de objetivos comunes. Dicha circunstancia exige más recursos de personal y tiempo de evaluación por parte del profesorado para asegurar la correcta aplicación de la metodología. También es clave hacer una revisión a fondo de los materiales ofrecidos en el aula virtual para garantizar que el aprendizaje de los alumnos no esté reñido con la adquisión de las competencias básicas y específicas contempladas en el currículum. Después de todo, la innovación no se trata solo de darle una tableta a cada estudiante.

Al margen de las metodologías aplicadas por ambos centros, se antoja necesario reflexionar sobre la posición favorable de los centros concertados para acometer proyectos innovadores frente a la compleja situación de los públicos, más allá de las diferencias patentes en medios materiales y composición socioeconómica del alumnado en ambos tipos de centro. Los centros públicos se encuentran sujetos a unas culturas docentes internas más burocratizadas que, en ocasiones, pueden ser clave en activar o obstaculizar los procesos de innovación. Esta circunstancia, unida a las políticas interesadas de las administración educativa con respecto a la implementación de los últimos avances, hace que la función de innovar sea todavía más draconiana en el caso de centros públicos.


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